lunes, 14 de septiembre de 2015

HAGAMOS UN TRATO, BENEDETTI



Si alguien me preguntara cuándo leí por primera vez a Benedetti no podría decirle. Creo que sus poemas son información genética con la que vine a esta vida y, si es cierta la reencarnación, quisiera que se mantuviera en mis genes durante todas las vidas de mi eternidad. Per secula seculorum.
Solo me sucede con algunos poetas y puedo citar, además de Benedetti,  a Martí, Villena, Lorca, Roque Dalton, Neruda, Vallejo y Cardenal. Pudieran parecer muchos, pero no lo son, teniendo en cuenta la cantidad enorme de poetas que leo, admiro y disfruto.
Pero es que Benedetti habla con nuestra propia voz el sentimiento que nombramos, la pena o la felicidad que gritamos o las inquietudes mínimas o tremendas que murmuramos.
Recuerdo mis años adolescentes y cómo mi generación vibró con su Padrenuestro Latinoamericano, porque  nos hizo ver que nos debían «como un siglo de insomnios y garrote/ como tres mil kilómetros de injurias/ como veinte medallas a Somoza/ como una sola Guatemala muerta» … y no nos dejaste «caer en la tentación de olvidar o vender este pasado/ o arrendar una sola hectárea de su olvido…», lo cual me hace recordar ahora la tremenda declamación que hacía Carlos Ruiz de la Tejera y esa imagen de Dios entre golondrinas y misiles nos parecía algo de otro mundo (y lo era realmente, una impactante imagen); me acuerdo de cómo nos enamorábamos furtivamente, usando el santo y seña de sus versos, aprendiendo la táctica y estrategia que querríamos aplicar en nuestras vidas de muchachos que teníamos todo el mundo en la mirada y los sueños navegando sangre adentro, con cada palabra de esos poemas, leída o escuchada en aquellos casettes que nos prestábamos tan cómplices como ese amor, el que confesabas con orgullo por su origen, «porque sos/ mi amor mi cómplice y todo/ y en la calle codo a codo/ somos mucho más que dos…» Y entonces tus poemas fueron el conjuro contra la mala jornada, y amamos por aquello de «tu mirada/ que mira y siembra futuro».
Cuando descubrir un libro suyo era una fiesta no podíamos saber qué tan grande era aquel escritor cuya voz gangosa nos hechizaba cuando decía sus poemas y lo veíamos de pasada en la televisión o en aquellos inolvidables noticieros latinoamericanos de Santiago Álvarez, de gloriosa memoria cinematográfica. Y quedarnos petrificados, anhelantes y delirantemente fascinados cuando mi profe de Literatura del Pre nos leía aquellos fragmentos de La tregua, deseando que cuando el enamorado de turno nos hablara por la noche, en el pasillo central, dijera algo parecido a aquello de «…es muy posible que lo que le voy a decir le parezca una locura. Si es así, me lo dice nomás. Pero no quiero andar con rodeos: creo que estoy enamorado de usted». ¡Dios! Benedetti reinventó el amor con su poesía, poetizó la denuncia social, llenó de ternura la civilidad y desbordó de encanto lo cotidiano y aparentemente instrascendente. Sus poemas eran coloquiales sin dejar de impresionar por su hondo lirismo y delicado tono. La palabra era en sus versos arcilla, luz, espejo…
Nos dejó una obra extensa. Publicó en 1945 su primer libro de poemas La víspera indeleble, el cual no se volvería a publicar otra vez. Tres años más tarde publica Peripecia y novela (ensayo) y en 1949 su primer libro de cuentos Esta mañana. En su literatura encontramos todos los géneros, incluyendo canciones, llegando a publicar más de setenta obras. Dentro de ellas ocupan un lugar destacado sus novelas Gracias por el fuego, La tregua y Primavera con una esquina rota, sus numerosas recopilaciones poéticas y su volumen de cuentos Montevideanos.
Su obra más publicada y conocida es La tregua (1960), la cual tuvo más de cien ediciones, se ha traducido a diecinueve idiomas y se ha llevado en dos ocasiones al cine (una versión argentina y otra mexicana), al teatro y la televisión.
Se puso del lado de los desposeídos y sufrió el exilio de su natal Uruguay, el cual abandonó en 1973 y permaneció exiliado por doce años. Vivió durante ese tiempo en Argentina, Perú, Cuba y España, período que dejó huellas profundas en su vida y en su obra y durante el cual estuvo separado de su amada Luz, ya que ella permaneció en Uruguay cuidando de las madres de ambos.
Hace noventa y cinco años que nació en Paso de los Toros, Uruguay y fue ciudadano de Latinoamérica. Supo, definitivamente, ganarnos con su estrategia y hacerse necesario. Recibió el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana en 1999 y el Premio Iberoamericano José Martí en 2001.
Y ahora le agradecemos por el fuego de su palabra, nos persuade con su alegría, con esa pasión por su Luz, que duró sesenta años, hasta que la amada se apagó calladamente para vivir por siempre en su poesía.
Tiremos piedritas en su ventana, la que dejó entreabierta, por donde asoman, leales, los recuerdos de su voz, las señales, pero hagamos un trato/ yo quisiera contar con usted /es tan lindo saber que usted existe/ uno se siente vivo y puede mirar a la noche de frente, sin parpadear, y recoger poemas en la yerba, vestir de palabras el amor como si fuera un manto suave de luz, besar las sombras de la luna para seguir el viaje al infinito mundo en el que habita esta poesía silvestre: su palabra.

Algunos de sus poemas 


PIEDRITAS EN LA VENTANA

De vez en cuando la alegría
tira piedritas contra mi ventana
quiere avisarme que está ahí esperando
pero me siento calmo
casi diría ecuánime
voy a guardar la angustia en un escondite
y luego a tenderme cara al techo
que es una posición gallarda y cómoda
para filtrar noticias y creerlas
quién sabe dónde quedan mis próximas huellas
ni cuándo mi historia va a ser computada
quién sabe qué consejos voy a inventar aún
y qué atajo hallaré para no seguirlos
está bien no jugaré al desahucio
no tatuaré el recuerdo con olvidos
mucho queda por decir y callar
y también quedan uvas para llenar la boca
está bien me doy por persuadido
que la alegría no tire más piedritas
abriré la ventana
abriré la ventana.


ENTRE SIEMPRE Y JAMÁS
Entre siempre y jamás
el rumbo el mundo oscilan
y ya que amor y odio
nos vuelven categóricos
pongamos etiquetas
de rutina y tanteo

-jamás volveré a verte
-unidos para siempre
-no morirán jamás
-siempre y cuando me admitan
-jamás de los jamases
-(y hasta la fe dialéctica
de) por siempre jamás
-etcétera etcétera

de acuerdo
pero en tanto
que un siempre abre un futuro
y un jamás se hace un abismo
mi siempre puede ser
jamás de otros tantos

siempre es una meseta
con borde con final
jamás es una oscura
caverna de imposibles
y sin embargo a veces
nos ayuda un indicio

que cada siempre lleva
su hueso de jamás
que los jamases tienen
arrebatos de siempres

así
incansablemente
insobornablemente
entre siempre y jamás
fluye la vida insomne
pasan los grandes ojos
abiertos de la vida.















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