jueves, 25 de septiembre de 2014

DE LA MEMORIA Y EL AMOR

Albertico Yáñez


El pasado año escribí un breve recordatorio de dos personas que llevo en el alma por diferentes razones y con amores distintos (filial y de amigo) pero que el destino quiso que se marcharan de esta dimensión un 26 de septiembre. 
Desde hoy los estoy recordando. Mi padre, por muchas razones, siempre ha estado en mi vida y aunque tuvo defectos y tenemos reproches que hacerle, jamás las manchas han ocultado la luz que me trasmitió y el aliento que me daba ese orgullo que nunca ocultó por mí y que lo hacía presumir de ser mi padre, aunque era yo una muchacha absolutamente normal.
Gracias a él supe entender la falsedad de un ambiente que nos rodeó por mucho tiempo y que en ese momento no logré descubrir del todo, pero que el tiempo se encargaría de desenmascarar y poner en cada lugar a las personas. De sus enseñanzas conservo una que me ha sido muy útil y me ha servido a lo largo de mi vida: jamás juzgar por las apariencias ni por la supuesta opinión de la mayoría (a pesar de que en Cuba estaba entronizada esta forma de pensar). Gracias a ese pensamiento evité muchas injusticias mientras pude, pues a veces no bastaba el deseo de evitarlas.
De él y mi madre heredé el amor por la lectura, increíblemente dos personas que nadie pensaría que tuvieran libros a su alcance eran lectores empedernidos. También heredé los rasgos asiáticos de su abuelo chino, más incluso que mis demás hermanos y creo que todos heredamos su energía vital y ese don de mando que nos hacía temblar en la casa cuando se enfurecía, pero que lo hacía líder en su trabajo, donde lo admiraban y seguían por su capacidad de trabajo y dedicación. 
Sobre Albertico he tratado de buscar las palabras que escribí el mismo día que supe de su muerte, el 26 de septiembre de 2008 y que supuestamente se habían publicado en La Jiribilla pero no las he encontrado, señal de que luego de publicarlas fueron eliminadas, quizás como parte de la censura activa que ejercía el entonces presidente del Instituto del Libro, tristemente célebre.
Pero como todos los que en Cuba y en otros muchos lugares del mundo nos dedicamos a leer y a escribir literatura para los pequeños y jóvenes del mundo, quiero seguir agradeciendo a la vida que me haya permitido coincidir en este espacio temporal y físico con Albertico Yáñez, porque fue la medida de la desmedida: grandilocuente, humano, arrebatador, amante desenfrenado, escritor desmesurado y genial... simplemente un genio que llegó a nuestras vidas para demostrar todo lo que se puede hacer al mismo tiempo.
Gracias a Mirta, su hermana, se han publicado póstumamente excelentes libros que su rigor excesivo mantenía lejos de las editoriales como  Zafarrancho colosal (2009), Libro primero de las cosas raras (2010) y Libro segundo de las cosas raras (2011), todos aparecidos con el sello de la Editorial Gente Nueva, y El cuaderno de las maticas (y otras hierbas), Ediciones Unión, Colección Ismaelillo, La Habana, 2011.
He comprobado que las imágenes suyas que aparecen en Internet, documentando entrevistas y artículos, pertenecen a la época en que estuve en Gente Nueva y me honró con su amistad.
Solo puedo decir que fue una tromba marina que llenaba de historias, abrazos y cuentos nuestras jornadas de trabajo en la editorial, en la feria del libro o cuando desandábamos por las calles de La Habana... que cuando escucho a Estela Raval me acuerdo de cuando nos poníamos como locos a escucharla en su casa; que si veo un afiche de Marilyn o cualquier imagen, mi primer pensamiento es ver cómo la consigo para él y luego recuerdo que no está. 
No sé de qué manera recordarlo mejor, creo que donde esté él sabe que lo pienso y extraño. Que necesitamos muchos de él en nuestras vidas. Que le agradezco, como a mi padre, haber compartido una parte de mi tiempo. Porque siempre la vida triunfa sobre la muerte y la memoria es la manera que tenemos de seguir viviendo con quienes amamos.




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