(Tomado de http://www.lagranepoca.com/) |
Hoy 2 de abril cumple 208 años el
destacado autor Hans Christian Andersen, quien dedicó la mayor parte de su obra
para los más jóvenes y lectores.
Su obra ha trascendido y se ha
perpetuado no solo como textos literarios, sino en las múltiples adaptaciones
teatrales, cinematográficas, en las artes plásticas y la música.
Antológicos son sus obras La sirenita, El patico feo, El soldadito de
plomo, La vendedora de fósforos, La reina de las nieves…
Con su vida y sus historias se ha
convertido en una figura legendaria. Alcanzó en vida el éxito y recorrió Europa,
siendo mimado por muchos soberanos de la época y por sus lectores.
Mucho se ha escrito sobre él pero,
hace muy poco, en diciembre del 2012, «Un investigador
danés que buceaba en los archivos familiares de Hans Christian Andersen
encontró por casualidad un manuscrito de 700
palabras bajo el título La vela de sebo,
que acaba de ser autentificado por varios especialistas. La
importancia del hallazgo radica en que además de inédito, la historia de una
vela que tiene muchos problemas para encontrar su lugar en el mundo, podría ser
uno de los primeros cuentos del prolífico autor danés»¹.
Ante el descubrimiento de este manuscrito,
probablemente escrito en la década de los años 20 del siglo XIX, lo que indicaría que fue escrito
primero que sus importantes y reconocidas abras, antes mencionadas. Entonces,
qué mejor homenaje que dar a conocer el texto descubierto a sus lectores este
día, mientras celebramos el Día Internacional del Libro Infantil, para que sigamos soñando y vibrando con sus
humanas y hermosas historias. Es, como toda su obra, un llamado a no dejarnos
guiar por las falsas apariencias y creer en la belleza interior, de que cada
quien debe encontrar en la vida su lugar y cumplir su cometido. Es el alma de
Andersen, su arte literario y su profunda visión humanista y espiritual, la que
late en esta historia. He aquí entonces,
LA VELA DE SEBO
Hervía y bullía mientras el fuego
llameaba debajo de la olla, era la cuna de la vela de sebo, y de aquella cálida
cuna brotó la vela entera, esbelta, de una sola pieza y un blanco deslumbrante,
con una forma que hizo que todos quienes la veían pensaran que prometía un
futuro luminoso y deslumbrante; y que esas promesas que todos veían, habrían de
mantenerse y realizarse.
La oveja, una preciosa ovejita, era
la madre de la vela, y el crisol era su padre. De su madre había heredado el
cuerpo, deslumbrantemente blanco, y una vaga idea de la vida; y de su padre
había recibido el ansia de ardiente fuego que atravesaría médula y hueso… y
fulguraría en la vida.
Sí, así nació y creció cuando con las mayores, más luminosas
expectativas, así se lanzó a la vida. Allí encontró a otras muchas criaturas
extrañas, a las que se juntó; pues quería conocer la vida y hallar tal vez, al
mismo tiempo, el lugar dónde más a gusto pudiera sentirse. Pero su confianza en
el mundo era excesiva; este solo se preocupaba por sí mismo, nada en absoluto
por la vela de sebo; pues era incapaz de comprender para qué podía servir, por
eso intentó usarla en provecho propio y cogió la vela de forma equivocada, los
negros dedos llenaron de manchas cada vez mayores el límpido color de la
inocencia, que al poco desapareció por completo y quedó totalmente cubierto por
la suciedad del mundo que la rodeaba, había estado en un contacto demasiado
estrecho con ella, mucho más cercano de lo que podía aguantar la vela, que no
sabía distinguir lo limpio de lo sucio… pero en su interior seguía siendo
inocente y pura.
Vieron entonces sus falsos amigos
que no podían llegar hasta su interior, y furiosos tiraron la vela como un trasto
inútil.
Y la negra cáscara externa no dejaba
entrar a los buenos, que tenían miedo de ensuciarse con el negro color, temían
llenarse de manchas también ellos… de modo que no se acercaban.
La vela de sebo estaba ahora sola y
abandonada, no sabía qué hacer. Se veía rechazada por los buenos y descubría
también que no era más que un objeto destinado a hacer el mal, se sintió
inmensamente desdichada porque no había dedicado su vida a nada provechoso que,
incluso, tal vez había manchado de negro lo mejor que había en torno suyo, y no
conseguía entender por qué ni para qué había sido creada, por qué tenía que
vivir en la tierra, quizá destruyéndose a sí misma y a otros.
Más y más, cada vez más
profundamente reflexionó, pero cuanto más pensaba, tanto mayor era su desánimo,
pues a fin de cuentas no conseguía encontrar nada bueno, ningún sentido
auténtico en su existencia, ni lograba distinguir la misión que se le había
encomendado al nacer. Era como si su negra cubierta hubiera velado también sus
ojos.
Mas apareció entonces una llamita:
un mechero; este conocía a la vela de sebo mejor que ella misma; porque el
mechero veía con toda claridad -a través incluso de la cáscara externa- y en el
interior vio que era buena; por eso se aproximó a ella, y luminosas esperanzas
se despertaron en la vela; se encendió y su corazón se derritió.
La llama relució como una alegre
antorcha de esponsales, todo estaba iluminado y claro a su alrededor, e iluminó
al camino para quienes la llevaban, sus verdaderos amigos… que felices buscaban
ahora la verdad ayudados por el resplandor de la vela.
Pero también el cuerpo tenía fuerza
suficiente para alimentar y dar vida al llameante fuego. Gota a gota, semillas
de una nueva vida caían por todas partes, descendiendo en gotas por el tronco
cubierto con sus miembros: suciedad del pasado.
No eran solamente producto físico,
también espiritual de los esponsales.
Y la vela de sebo encontró su lugar en la
vida, y supo que era una auténtica vela que lució largo tiempo para alegría de
ella misma y de las demás criaturas.
tlaquepaque.olx.com.mx |
No hay comentarios:
Publicar un comentario