jueves, 24 de mayo de 2012

PEQUE Y EL SUEÑO


(Tomado de coachingactivo.wordpress.com)


Conocí a un niño pequeño que no quería dormir. Le gustaba más jugar durante horas, saltando de aquí para allá como un grillo en compañía del gato Misu o buscando el toc toc del pájaro carpintero.
Pues sí que era majadero Peque a la hora de dormir. De lo molesto, hasta se le perdían las pecas.
—Mamita linda. ¡Yo no quiero dormir! Déjame jugar, anda.
Pero la mamá explicó que debía dormir para descansar y seguir jugando al otro día.
—Es que ese sueño es malo, muy malo. ¿Dónde vive?
Y la mamá le explicó que  vivía debajo de la cama, pero no se podía ver. Esa misma noche, Peque  habló con el sueño.
Mire, señor Sueño, yo no quiero dormir porque tengo mucho que jugar todavía. Voy a dormir cuando  tenga los años de abuelo Pancho. Además, (y bajó un poco la voz para decirlo) al capitán de los soldados le da miedo quedarse solo.
                      Habló y explicó un montón de razones, pero parece que el Sueño no quiso llegar a un  acuerdo porque no dijo ni media palabra. Entonces Peque decidió inventar un plan para acabar con él.
Salió al patio y buscó al sapo Panzaverde.
—Panzaverde, tienes que cantarle duro para que se asuste y se vaya. Cántale esa canción de cuando te comiste cien hormigas tambochas sin tomar agua siquiera. ¡Vamos!
Entraron en la casa y el sapo cantó con una voz terrible, pero parece que el Sueño era valiente pues no se movió de su lugar.
Salieron tristes del cuarto y al sapo casi le llegaba al piso su enorme panza verde.
Peque siguió  pensando hasta que se le ocurrió otra idea. Salió con Misu a recorrer los caminos y regresaron con latas viejas, pedazos de palo y cajas. Fueron poniéndolas debajo de la cama hasta no dejar ni un rincón vacío para el sueño.
A la otra noche Peque no protestó cuando la mamá lo llevaba a dormir, y se iba riendo.  “¿Por qué reirá tanto Peque?”, se preguntaba la madre.
Esa noche Peque no durmió, ni la otra, ni la otra tampoco y cuando llevaba tantos días sin dormir como dedos tiene su manita, se le caía la pelota de las manos y no tenía fuerzas para jugar con los soldados y su capitán. La mamá se dio cuenta.
—¡Peque!, te estás quedando dormido así de pie. ¿Qué te pasa?—preguntó.
Peque le pidió entonces que lo acompañara y entre los dos sacaron todas las cosas que él y Misu pusieron debajo de la cama. Ya esa noche pudo dormir y al día siguiente salió bien temprano al patio para conversar con Panzaverde y como Misu se estaba burlando, le tiró un poco de los bigotes.
—Un poco nada más, gato—le decía el niño, divertido.
Ahora, cuando va a dormir, Peque no protesta y está muchísimo rato conversando con su sueño. Parece que son amigos porque Peque se ríe y luego, cuando está dormido, tiene cara de gente feliz.

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