miércoles, 11 de enero de 2012

TALÍA QUIERE CAMBIAR EL MUNDO





¡Hay que cambiar el mundo!
Hoy me he levantado con tanta energía que no puedo caminar tan despacio al lado de mi mamá, al ir para la escuela. Doy unos brincos, viro y camino un rato con ella, y después vuelvo. También me desespera que se nos haya pegado la vecina y no deje de hablar, haciéndole a mami miles de cuentos y quejándose de todo: del precio de los plátanos en el mercado, de los desastres naturales, de la leche que no consigue y de la mala educación de los que ponen la música a todo volumen. Por desgracia, nos pasa por al lado un muchacho en patines y casi la tumba. Esto hace que Ñica empiece a dar voces de:

—¡Muchacho mal educado! Ya no respetan a las personas mayores.

Aprovecho para adelantarme unos brincos y cuando regreso, oigo a mi mamá decir con voz muy seria:

—Creo, de verdad, que hay que cambiar este mundo.

Sus últimas palabras me hacen pensar pero, antes de que pueda preguntarle algo, ya ella se despide porque hemos llegado a la escuela y se oye el timbre anunciando la entrada.

¡Qué casualidad! Hoy en la clase la maestra está enseñando dónde están los continentes. Igualita que esa esfera tengo una en la casa. Me la regaló el año pasado mi tío, el día de mi cumpleaños. A cada rato, cuando oigo el nombre de un país, voy a mirar dónde está. Mi abuela me explicó por qué, si el mundo es redondo, no nos caemos de cabeza. Todavía no sé por qué le pusieron fuerza de gravedad a lo que nos salva. Yo siempre he oído decir que una persona está grave si está muy enferma. Pero los mayores son caprichosos: hasta los científicos. ¡Ponen cada nombre a las cosas! Lo que sí está claro es que si no fuera por la gravedad esa el mundo no existiría. ¡Ah! Pero a lo mejor fuera interesante estar flotando de un lado para otro, como los cosmonautas cuando viajan al espacio. Por lo único que no me gusta la idea es porque no podríamos comer helado. ¡Figúrense! Al tratar de poner la bola en el barquillo saldría volando como una pelota. Todo tiene un lado bueno y otro malo. Eso me dice siempre mami, y creo que tiene razón.

Al volver a la casa voy enseguida al cuarto a ver la bola del mundo. Parece un globo azul con colores. La verdad, uno lo mira y no se ve tan mal como dicen Ñica y mamá. ¡Parece tan tranquilo! Le doy vueltas y gira más y más rápido. ¿Cómo se hará para cambiarlo? Eso es algo que debo pensar muy bien. A lo mejor, si cambiamos los países que están encima de esa que le dicen la línea del Ecuador para arriba y los que están arriba los ponemos abajo, el mundo mejora. Ya lo dice el señor que sale por televisión con un ojo tapado: el norte explota al sur. Y no es como hacer explotar un globo, no. Es que le quitan lo que tienen y ellos son más ricos.

Pensando en todo esto voy a hacer las tareas pero, como es temprano, creo que me da tiempo para ver si puedo arreglar un poco este mundo que anda patas arriba, según dice Ñica, pero no entiendo qué quiere decir. El mundo que yo tengo tiene una sola pata, si le decimos pata a ese tubo metálico que lo aguanta.

Primero reviso si el papel donde están dibujados los países se puede desprender. No es fácil, pero voy a cortarlo con una cuchilla por pedazos y luego los pego. Busco la línea del Ecuador. Aquí está. Primero esos, los que están al norte. Hay que separarlos para que no se confundan. Hay un pequeño problema: algunos continentes tienen un trozo arriba y otro abajo. ¿Será mejor separarlos?

Ya está. He hecho lo posible, pero quedó feo, y no estoy conforme.

Parece que arreglar el mundo lleva tiempo y, a lo mejor, un poco de ayuda no vendría mal. Abuela dice que dos cabezas piensan más que una. Si sumas todas las ideas de cada cabeza es el doble. Mi opinión, después del trabajo que he pasado, es que van a hacer falta muchas cabezas y muchas ideas para poder cambiar el mundo y dejarlo mejor que ahora. Tan entretenida estoy que el grito me asusta:

—¡Talía! ¿Qué has hecho?

Cuando el susto me deja hablar por fin, porque los ojos de mi mamá quieren salirse, le explico:

—Mami, es que traté de cambiar el mundo, pero es una cosa muy difícil. Si muchas personas no ponen todas sus cabezas a pensar, para ocuparse del problema, no creo que se resuelva.

Miro los pedazos de países y continentes, algunos ya despegándose, antes de volver a hablar. Habrá que empezar todo de nuevo, hacer como cuando nace un bebé, cuidarlo mucho para que crezca sano y fuerte. Mami tiene ahora su cara de asombro y se ha quedado muda.

—Y te digo mamá, arreglar el mundo hace falta pero, después del trabajo que he pasado, ¡esta es una de las cosas más difíciles que he visto en mi vida!


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